Si alguien me preguntara por algo que me produce un desprecio casi insoportable, le respondería que la desfachatez de la nobleza actual, representada por los políticos y mandatarios de todo el mundo desarrollado.
Desfachatez que demuestran sobre todo en tiempo de vacaciones haciendo alarde de cómo dilapidan el dinero de todos en viajes , fiestas, barcos particulares, etc.
La televisión pública de este país dedica, cada día, espacios en hora de máxima audiencia para hacernos saber qué bien se lo están pasando sus majestades, altezas, excelencias, etc..
Me aventuro a afirmar que si se dedicaran el mismo número de horas en hablar de los hombres, mujeres y niños que pasan hambre, sed y enfermedades en países como El Chad, Sudán, Níger, por citar unos pocos, la propia vergüenza que sentiríamos nos obligaría a luchar por acabar con esas desigualdades espantosas.
Oigo estos días hablar por la radio a los voluntarios que conviven con los OLVIDADOS de tantos países del tercer y cuarto mundo, diciendo que las hambrunas que se están produciendo en esos países, están acabando con la vida de miles de personas y dejando en la más absoluta indefensión ante las enfermedades a la mayor parte del los habitantes de esos lugares. Oigo hablar a los cooperantes, entregados en desesperada lucha, de que la crisis, la cacareada crisis, la falsa crisis (¿habéis oído hablar de alguien que se haya muerto de hambre en España sin ir más lejos, por culpa de la crisis?) ha impedido que se ayude en la medida en que los ricos ayudamos a los OLVIDADOS y la muerte se ha apoderado de ellos.
Pero aquí estamos alegres (los noticiarios no paran de celebrarlo) porque la mujer y la hija de Obama han tenido la deferencia de visitarnos y ocupan 60 habitaciones de un hotel, del mejor hotel, y 60 en otro. Y nos alegra que haya que gastar ingentes cantidades en su seguridad y en agasajarlos. Y debemos estar contentos porque el fin de semana irán a Mallorca a ver a los Monarcas y las Altezas.
Cuántos OLVIDADOS se podría salvar si fuéramos un poco, sólo un poco más racionales.
¿Qué diferencia hay entre estos nobles y los de la Edad Media
¡Qué injusto nos parece aquello y qué comprensible esto!
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