He estado viendo la película Amar peligrosamente (Beyond borders) y me ha
hecho reflexionar en cómo las personas somos capaces de separar los hechos de
forma que cada uno ve lo que quiere ver en un mismo suceso. Por un lado, la aventura, el amor, la injusticia...
Por otro, la realidad de los voluntarios que trabajan en las ONG’s que, debe ser muy parecida a la que se explicita en las imágenes de la película.
Miseria, enfermedad, tristeza, injusticia… esos son los ingredientes con los
que tienen que trajinar día a día los voluntarios. Y, enfrente, los poderosos,
poniendo trabas. Y los hombres de la guerra de cada uno de esos países,
matando, cada día a todo el que se atraviesa en su camino. Y los hombres de las
armas de los países ricos haciendo negocio con las armas que siegan las vidas
de esas personas.
Continuamente llegan avisos de emergencia enviados por
aquellos que están al pie del cañón, en los países más pobres. Son avisos que
pretenden sensibilizar a los que podemos ayudar económicamente porque somos
capaces de entender el sufrimiento de esas personas.
Los voluntarios luchan en esos países contra el hambre, el
sida, el cólera, la ignorancia… y trabajan entre los disparos de los diferentes
bandos enfrentados, en guerra. Mientras, los ricos, nosotros y los gobernantes
vemos, repapados en nuestros sillones, con la panza llena, su sufrimiento, por
la tele.
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