lunes, 30 de enero de 2012

EL ATORMENTADO JONATHAN SWIFT

Esta sorprendente visión del libro de Jonathan Swift, Los Viajes de Gulliver, me lleva a ver a Juan Pe como investigador literario. No me desagrada la idea, me parece que nos puede dar grandes momentos con sus descubrimientos.

No hace mucho, creo que una tarde de frío insoportable, busqué refugio en la Biblioteca de Vapor Badia, a ver qué me encontraba entre los estantes alfabetizados de grandes obras del saber. Paseaba por la letra S cuando recabé en Jonathan Swift y, en particular, en una edición de la Editorial Anaya de su famosísimo “Los Viajes de Gulliver”. Siempre pensé (supongo que la gran mayoría) que este libro era un cuento infantil, sin más. Pero en la edición que tenía en las manos se incluía como “Tus libros satíricos”… Leí la contraportada y, obviamente, no dudé un momento en llevármelo. Decía así: “Las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos, dijo Cervantes, y lo comprobó el capitán Lemuel Gulliver tras visitar a los diminutos habitantes de Liliput, a los gigantes de Brobdingnag, a los disparatados científicos que viven en las nubes de Laputa, y a los mesurados caballos del país de los Houyhnhnms. Gulliver advierte que el mismo ser, magnífico al lado de uno más pequeño, es ridículo al lado de otro más grande; que el ser humano, tan orgulloso de su superioridad moral, puede resultar despreciable –“una repugnante sabandija”- comparado con seres realmente virtuosos. La dura realidad de la conducta humana impide leer esta sátira genial sin estremecerse”.
            Lo he leído con fruición y perplejidad. Sí, porque es ciertamente una sátira impresionante contra la sociedad de su tiempo, enmascarada en situaciones que nos pueden parecer infantiles.
            El libro se divide en cuatro partes. Sin duda, las dos últimas (y, en particular, la última de todas) son las más mordaces, y denotan el singular “asco”, por decirlo de algún modo, que Swift sentía por la sociedad en general. Intentaré resumirlas:
            En la primera parte (tal vez la más conocida), Gulliver viaja a Liliput, donde viven seres enanos que lo apresan con cuerdas y le lanzan flechas envenenadas. Gulliver les ayuda en su lucha contra la población vecina, Blefuscu, robando la flota de éstos gracias a su descomunal altura. Sin embargo, pese a esa heroicidad, es acusado de traición y, antes de ser cegado, escapa hasta que consigue ser rescatado por un buque que lo lleva de vuelta a Inglaterra.
            En la segunda parte, es Gulliver el enano, toda vez que los pobladores de Brobdingnag son seres gigantescos. En este singular lugar es exhibido por su primer amo, un agricultor que lo encuentra en sus campos, hasta que la Reina lo adquiere. En sus conversaciones con el Rey salen a relucir el desprecio de estos gigantes por los europeos. Un águila atrapa el pequeño artilugio que le han preparado para desplazarlo de un lugar a otro, cayendo al mar, de donde es salvado por un barco que lo vuelve a llevar a su patria.
            En la tercera parte viaja a diversos territorios, pero me quedo con su viaje a Glubbdubdrib. Allí conocerá a los “Struldbrugs”, que son seres inmortales. Gulliver se asombra de lo que para él puede ser un don de la naturaleza… pero bien al contrario; son ancianos que no recuerdan nada de lo que apenas han hecho o hablado, con una vida eterna, sí, pero miserable.
            El último viaje es el más interesante. Llega al país de los Houyhnhnms, que son caballos que gobiernan a los humanos que allí habitan, seres repugnantes llamados “Yahoos”. Aquí es donde Swift se explaya hasta la extenuación en sus coléricas burlas hacia el ser humano, lanzando dardos envenenados en todo el relato. Una muestra, en el Capítulo 6º: “Pero a fin de alimentar el lujo y la intemperancia de los machos y la vanidad de las hembras, enviamos la mayor parte de nuestro artículos de necesidad a otros países, de los cuales obtenemos a cambio vehículos de enfermedades, insania y vicio para nuestro consumo”.  Gulliver adora a los Houyhnhnms y su forma de vida; tanto que, cuando vuelve a su hogar, rehúsa vivir con su mujer e hijos (a los que considera unos “Yahoos”), y pasa la mayor parte del día con unos caballos que adquiere y acondiciona en una cuadra.
            Mi amado Borges, en uno de sus ensayos, llamado “Historia de los ecos de un hombre”, hace una breve referencia a este espléndido libro y a su desdichado autor, cuando dice: “De inteligencia glacial y de odio glacial había vivido Swift, pero siempre lo fascinó la idiotez, tal vez porque sabía que en el confín la locura estaba esperándolo. En la tercera parte de “Gulliver” imaginó con minucioso aborrecimiento una estirpe de hombres decrépitos e inmortales, entregados a débiles apetitos que no pueden satisfacer, incapaces de conversar con sus semejantes, porque el curso del tiempo ha modificado el lenguaje, y de leer, porque la memoria no les alcanza de un renglón a otro. Cabe sospechar que Swift imaginó ese horror porque lo temía, o acaso para conjurarlo mágicamente. (…) La sordera, el vértigo, el temor de la locura y finalmente la idiotez, agravaron y fueron profundizando la melancolía de Swift. Empezó a perder la memoria. No quería usar anteojos, no podía leer y ya era incapaz de escribir. Suplicaba todos los días a Dios que le enviara la muerte. Y una tarde, viejo y loco y ya moribundo, le oyeron repetir, no sabemos si con resignación, con desesperación, o como quien se afirma y se ancla en su íntima esencia invulnerable: “Soy lo que soy, soy lo que soy”.”
             
Juan Pe Ruiz.

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