Bueno, bueno, bueno… se
acabaron las vacaciones. La cosa está aburrida, hay pocas noticias que comentar
y el personal todavía no ha empezado a dar caña.
Este verano ha estado marcado
por la marcha de los jornaleros andaluces que tanto miedo y rechazo provocan a
los apalancaos, a los que seguimos cobrando un buen sueldo y no tememos por
nuestro puesto de trabajo. Estamos ahí expectantes, rezando para quedarnos como
estamos y a los demás que les den, que se espabilen, que se curtan. La solidaridad
brilla por su ausencia y, mientras los que todo lo han perdido llaman la
atención de los demás entrando en los supermercados y apropiándose de algunos
carritos de alimentos, los apalancaos utilizamos el suceso para comentar la
jugada poniéndonos de uno u otro bando. No entendemos nada…
Los políticos del país, a
lo suyo: hablar de economía y ningunear a los ciudadanos.
En estos últimos días me
ha llamado poderosamente la atención el hecho de que el gobierno haya expulsado
a un grupo de inmigrantes del peñón de Tierra. Según las leyes internacionales está
totalmente fuera de la legalidad expulsar a refugiados de un país sin antes
atenderles y, en su caso juzgarles, en el país receptor. Además el gobierno
conocía perfectamente lo que iba a ser de estas personas. El gobierno marroquí,
más bestia que el español, los abandona en medio del desierto para que se
dirijan a Argelia, país del que también serán expulsados y devueltos a
Marruecos, desde donde volverán a intentar llegar a la tierra prometida.
Los pobres desgraciados
no son bienvenidos a ningún país.
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