jueves, 26 de abril de 2012

ANTEPURGATORIO (Por Juan Pe Ruiz)


Inagotable Dante, inagotable la Divina comedia, inagotable Juan Pe en su lectura y comentario. Una vez más la glosa precisa, amena, divulgativa. Al final, todos nos haremos fans de Ladivi.

He vuelto a leer “El último Catón”, de Matilde Asensi. Me llamó mucho la atención que utilizara a Dante para el desarrollo de la trama. Son continuas las referencias al “Purgatorio”, esto es, el segundo libro de la “Comedia” de Dante Alighieri. Los que me seguís ya sabéis que, para mí, “La Divina Comedia” es el mayor libro jamás escrito. Mi pasión por el poeta florentino no tiene límites. Hoy, si me lo permitís, voy a centrarme en algunos personajes del “Antepurgatorio”, esto es, esa franja que se sitúa antes de subir los escalones hacia el Paraíso.
         Siguiendo a Matilde Asensi, comencemos por Catón. Es el primer personaje que Dante y Virgilio encuentran tras salir de las hediondas profundidades del Infierno. Marco Poncio Catón de Útica nació en el año 95 a.c y murió en el 46 a.c. Era gobernador de Útica cuando Julio César tomó el poder. Se alineó con su contrario, Pompeyo el Grande, y, ante la derrota de éste, se suició. Aparece en la playa del Antepurgatorio, con un aspecto de anciano venerable; pero, sin embargo, es una persona autoritaria, instando a Virgilio a que ayude a Dante a ceñirse la cintura con un junco  y que se lave el rostro, “porque no conviene que se presente con la vista ofuscada ante el primer ministro, que es de los del Paraíso”. Dante ha de cumplir los dos primeros ritos de la entrada del Purgatorio: lavarse la cara con el rocío mañanero (el cual le ofrece Virgilio en sus manos), y ceñirse la cintura con una “humilde planta”, que no es más que un junco. Humildad ante todo, amado poeta.
         Se suceden otros personajes en este lugar, como son el Ángel barquero, Casella, amigo entrañable de Dante, Manfredo, hijo del emperador Federico II Hohenstaufen… Pero del que me interesa hablar es del Ángel portero, esto es, aquél que se sitúa en la puerta de entrada a la montaña del Purgatorio. Estamos al final del Canto IX del segundo libro de la “Comedia”. Hay una puerta, a la que llevan tres escalones coloreados y un Ángel que tiene en su mano una espada. “Nos adelantamos –dice Dante-: el primer escalón era de mármol blanco, tan bruñido y terso, que me reflejé en él tal como soy; el segundo, más oscuro que el color turquí, era de una piedra calcinada y áspera, resquebrajada a lo largo y de través; el tercero, que gravita sobre los demás, me parecía de un pórfido tan rojo como la sangre que brota de las venas”. Existe una página de internet llamada “servisur.com”, dedicada  a la cultura, en la que se hacen unos comentarios extraordinarios a la Divina Comedia. De ella extraigo que los tres escalones coloreados suponen la “ley del triángulo”, donde “el tercer elemento, invisible, supera la dualidad”. Es un tanto complicado, pero es que Dante era así. Leo lo que sigue: “por ello la primera grada nos la describe Dante como blanca y tersa; la segunda como negra y áspera (la dualidad, la oposición), pero es el tercer escalón, de color sangre encendido, el que impone el equilibrio en las cosas, el que complementa las virtudes de la dualidad”. A continuación,  Dante se postra ante el Ángel guardián… “me postré devotamente a los pies santos: le pedí por misericordia que abriese, pero antes me di tres golpes en el pecho”. El Ángel, con la punta de la espada, le traza siete veces en la frente la letra P y le dice: “procura lavar estas llagas cuando estés dentro”. Estas siete P son los siete pecados capitales que deberá ir expiando en los escalones del Purgatorio. El Ángel extrae dos llaves, una de oro y otra de plata y le habla a Dante del siguiente modo: “cuando una de las llaves falsea, y no gira con regularidad por la cerradura, esta entrada no se abre. Una de ellas es más preciosa; pero la otra requiere más arte e inteligencia antes de abrir, porque es la que mueve el resorte”. Según los comentaristas, la llave de plata es la que requiere de mayor ingenio, y es la que mueve el resorte, la que “desata el nudo”, ese “leve velo que impide que los que llegan ante él tengan una perfecta visión”, tal y como leo “servisur.com”.
         Finalicemos. Por parte del Ángel portero se da la orden de ingreso en el Purgatorio y se cierra la puerta. El Ángel es intransigente: “Entrad; mas debo advertiros que quien mira atrás vuelve a salir”. La suerte está echada. Lo que Dante encontrará después será objeto de otros ensayos…

Juan Pe Ruiz.


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