lunes, 18 de febrero de 2013


El professor i escriptor Ramón Casals acaba de publicar un llibre sobre la relació que hi ha entre la vida familiar i la vida escolar. Parla de l' estreta relació que hi ha entre l'èxit o el fracàs escolar i l' organizació domèstica.
Els que portem alguns anys en això de l'Educació alguna cosa sospitàvem, però està bé que un especialista ho ratifiqui.

Segurament els pares agraireu el decàleg que ens aconsella el professor:


  1. La primera cuestión para que los hijos mejoren sus resultados escolares es evitar que se sientan desatendidos. Pero eso no significa sentarse con ellos a hacer los deberes, algo que además no siempre está al alcance de los padres, ya sea por falta de tiempo, de preparación o de paciencia. “No se trata de ser padres esclavos, porque los hay que se reparten las asignaturas, que hacen los esquemas, se descargan exámenes de internet, los preparan, y luego se los pasan a sus hijos para que practiquen” (…). En el caso de los adolescentes, que los padres interfieran en sus deberes o les expliquen la lección puede ser incluso contraproducente. Según una investigación de la Universidad de Harvard, a esas edades la mayoría de los jóvenes interpreta como una interferencia en su independencia que los padres quieran ayudarles con los deberes. En cambio, han comprobado que inculcarles el valor de la educación y relacionar el trabajo escolar con sus objetivos de futuro contribuye a mejorar su rendimiento.
  2. Los padres deben estar accesibles para resolver las dudas que se les puedan plantear a los hijos al hacer los deberes, pero no sentarse a resolverles los problemas, salvo casos muy extremos.
  3. Revisa algún ejercicio para controlar que han trabajado, pero no repasar si todos están bien hechos ni obligarle a repetirlos y, por encima de todo, evitar perder los nervios.
  4. Cuando los niños aprenden a leer y a escribir y en los ejercicios de memorizar sí está justificado que los padres insistan, repitan y refuercen los ejercicios que se trabajan en la escuela.
  5. Facilita un lugar donde pueda concentrarse “y retirar las tecnologías que le distraen: televisión, móvil, consolas y, si tiene que utilizar el ordenador para sus tareas, controlar el uso de Facebook o YouTube, porque mi experiencia es que los que van peor en los estudios coinciden con los más adictos al Facebook o al WhatsApp”.
  6. Identifica el problema, en qué falla en cada niño, dónde están sus lagunas o dificultades, y facilita las herramientas necesarias para superarlas, porque no es lo mismo que tenga problemas de comprensión de una asignatura que dificultades intrínsecas de aprendizaje o que simplemente no se esfuerce.
  7. Habla con el profesor y con el propio niño puede ayudar mucho a saber qué pasa, e internet puede convertirse en un gran aliado a la hora de conseguir recursos para paliar determinadas carencias, repasar, practicar y reforzar lo aprendido en clase.
  8. Las actividades de refuerzo no deben plantearse como un castigo ni como tareas extras, sino como un modo de mejorar, una herramienta para lograr mejores resultados. A determinadas edades, los padres pueden plantear el refuerzo escolar a través del juego o de actividades cotidianas que el niño no relacionará con deberes escolares y que, sin embargo, contribuirán a fortalecer su aprendizaje. Las opciones van desde completar puzzles hasta escribir la lista de la compra o jugar por los pasillos del supermercado a calcular cuánto habrá que pagar en caja por todo lo que va en la cesta.
  9. Teniendo en cuenta que un gran número de estudiantes presenta un bajo rendimiento escolar debido a problemas de comprensión lectora, un gran refuerzo es fomentar el hábito lector con libros sencillos o pequeños textos de fácil comprensión y hacerles preguntas sobre su contenido.
  10. Es cierto que a medida que los chavales crecen las exigencias formativas son otras y es más difícil reforzar los conocimientos jugando, pero siempre se puede recurrir a recursos interactivos, mucho más motivadores para los nativos digitales. Porque no cuesta lo mismo seducir a un niño para que coja papel y lápiz y que haga un dictado que plantearle que se ponga un rato en el ordenador a escribir las frases que oirá por los altavoces, o que pruebe a ver si rellenando con b o v los huecos de un texto logra pasar de pantalla. Este tipo de materiales puede resultar especialmente útil a aquellos chicos que no se atreven a preguntar cuando no entienden las explicaciones del profesor porque les da vergüenza destacarse.






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