domingo, 28 de octubre de 2012

BIEN, HABLEMOS DE DIGNIDAD.



Escuchaba hoy una tertulia en la que se hablaba del sufrimiento que habían pasado las personas que habían sobrevivido a los campos de exterminio nazis. Se comentaban las palabras de una republicana catalana encerrada en uno de esos campos: “Nuestros carceleros nos quitaban la ropa, nuestros objetos personales, nos cortaban el pelo al cero, se burlaban de nosotras buscando deshumanizarnos. Aquellas que fuimos capaces de conservar nuestra dignidad, no llorando delante de ellos, por ejemplo, aquellas que, en solidaridad con las demás, nos hicimos madres e hijas unas de otras, conseguimos salir adelante, salvarnos de una muerte segura”.
Sin querer, en absoluto, comparar ese sufrimiento, insoportable, con el que están pasando las personas que se ven sometidas a los desahucios por parte de los bancos españoles, sí quiero establecer un paralelismo en el ataque a la dignidad de las personas que, además de verse despojadas de su vivienda, de sus recuerdos, de su intimidad, son maltratados físicamente, con gran violencia por parte de los guardianes de los poderosos (todos hemos visto las imágenes en que las personas son arrastradas, golpeadas para sacarlas de sus casas. Hemos visto cómo un chulo con porra ha empujado violentamente a dos ancianos que apoyaban a la persona desahuciada).
Ese ataque a la dignidad de las personas es el que ha llevado al suicidio a dos personas (una de Granada y otra de Canarias) y otra malherida, la de Valencia. Nadie se ha sentido culpable por permitir estos desalojos. Nadie dimitirá…
Pero el movimiento de solidaridad con los desahuciados va cobrando fuerza y, hoy mismo, tras ocupar una oficina de Bankia y declarar que no se marcharían de allí hasta que se les diera una solución, han conseguido que la dirección del banco haya prometido que iban a negociar con más de 50 desahuciados.
Sólo la solidaridad puede sacarnos de la situación en la que nos encontramos.

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