miércoles, 8 de septiembre de 2010

LO ÚLTIMO DE JUAN PE, DICKENS


Eso de leer en el desierto hace que los escritos de Juan Pe sean de mayor calidad. Ya se sabe: los productos de secano son los más buenos.
Ah, y gracias Juan Pe por trabajar de madrugada.

UN ESCRITOR PRECOZ Y ÚNICO
         A mí me encantan los escritores precoces, sobre todo aquellos que, aún siendo tan jóvenes, escriben novelas de una inmensa humanidad. Ya  hablaré en su día de “Nada”, esa estupenda obra de Carmen Laforet, que ganó el Premio Nadal en 1.944, cuando su autora contaba con apenas veintitrés años. Pero hoy  quiero comentar la primera creación del más conocido autor inglés del Siglo XIX, Charles Dickens: “Los Papeles Póstumos del Club Pickwick”.
         Pese a las casi mil páginas que contiene el libro, y que me dejaron extenuado en este verano de calimas saharianas, es una maravilla de la literatura anglosajona, y pienso decenas de veces si es cierto que Dickens tenía veinticuatro años cuando la escribió. Porque uno recuerda esa tierna edad y no alcanza a concebir el redactar ni dos páginas con esa prosa directa y fácil, con esas tramas tan deliciosas que no dejan de transcurrir a lo largo del libro. Pero es que los escritores británicos son así, precoces y extraordinarios, como Stevenson, como Wells, como Chesterton.
         Samuel Pickwick, regordete, calvito, filósofo, crea un excéntrico club junto con tres personajes más: Tracy Tupman, Augustus Snodgrass y Nathaniel Winckle, y, acompañados de una especie de escudero llamado Sam Weller, viajan por Inglaterra, donde les ocurren mil y una aventuras. Digo lo de escudero porque la crítica ha querido ver reminiscencias de D. Quijote y Sancho en las figuras de Pickwick y de su criado Weller. Yo quizás las encuentre más en la humanidad que desprenden tanto el líder de los pickwinianos como nuestro manchego D. Alonso Quijano.
         Este primer Dickens, pues, nos deja una obra colosal de fácil lectura y mayor entretenimiento. Después llegarían, ¡cómo no!, “Oliver Twist”, “David Copperfield”, “Tiempos difíciles” o “Historia de dos ciudades”… pero eso es harina de otro costal y de capítulos posteriores.
         Termino con una cita de Chesterton en su libro de ensayos “El hombre común”:  “De mil maneras distintas, que van desde la necesidad más deprimente hasta el desfile de la más lujosa pantomima, Dickens demostró haber estudiado la vida, y que podía convertir la vida en literatura. De mil maneras, que van desde la farsa más vulgar a la moralidad más teatral y melodramática, demostró que tenía en sí mismo poderes y pasiones y apetitos para llenar al mundo de historias. Pero muy pocas veces, en verdad, al disfrutar de las obras de Dickens, sentimos que en el mundo no hubo otro escritor que no fuera Dickens”.

Juan Pe Ruiz.

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