lunes, 12 de septiembre de 2011

YA NOS VALE...


Ésta es Habiba y ésta es su historia:
Habiba Dahir Muse con sus dos hijos Shafeer (4 años) y Abdikayr (5 años), llegaron de Galgaduud, a 160 kilómetros de Galcayo (Somalia). Los niños tenían difteria. Dos de sus hijas ya habían muerto de esta enfermedad. Tras su funeral, llevó a los niños al hospital en autobús, gracias al dinero recolectado por su comunidad. Tras unos días ingresados, los niños ya están mejorando en el CNT del hospital del sur de Galcayo.

Llevo tiempo pensando cómo meterle mano al tema de la hambruna en África.
Estamos hablando de países como Somalia, Etiopía, Uganda, Kenia…, donde miles de personas mueren o están en inminente peligro de muerte por el hambre y la guerra. Vamos hablando y comentando el tema como si se tratara de un partido de básquet y, mientras tanto van muriendo personas y muriendo de hambre.
Imaginemos que en nuestro país, en Francia, en Italia, muere un niño de hambre. La opinión pública, los medios de comunicación, los estamentos oficiales, pondrían el grito en el cielo. Se hablaría durante días del caso. Se analizaría el problema, se buscarían culpables, se diría que es una vergüenza infinita, algo que no puede volver a pasar.
En los países pobres, mueren a cientos, a miles, y la maquinaria del primer mundo se mueve lenta y pesada, dejando que sufran y mueran.
Mucho se ha hablado sobre cuál es la solución a estas hambrunas que se declaran con frecuencia en estos países. Parece que la opinión más razonable sería dar, ahora, el dinero y los alimentos necesarios para sacarlos del infierno y, después, darles las herramientas necesarias para que puedan salir de la miseria, para que puedan autoabastecerse.
Pero aquí vuelve a surgir la gran mentira. Resulta que los mismos países que deben dar solución a estos problemas son los que los crean. Pongamos el caso de Somalia (podría ser cualquiera de los muchos países que alternan la guerra con la paz en un bucle eterno). Somalia lleva 20 años en guerra continuada. Eso significa miseria, pobreza y hambre. La guerra se alimenta con armas y las armas son vendidas por los países ricos. Los países ricos necesitan países en guerra para poder vender armas (esto no es ningún secreto). Los gobernantes de los países pobres compran las armas para mantener el poder y se van endeudando y dejando su país en la misería.
La cosa funciona así y ni los unos ni los otros tienen interés en que la cosa cambie.
De momento los ciudadanos de a pie y las diferentes ONG’s somos los que vamos haciendo aportaciones para intentar ayudar en lo posible, pero mientras no se cambie la mentalidad de los humanos, mientras se piense que lo lógico es que haya pobres y ricos, la gente seguirá muriendo en el olvido de esos remotos países.
¡Ya nos vale!

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