lunes, 8 de noviembre de 2010

FASCINANTE LITERATURA: LA NOVELA GÓTICA.(Por Juan Pe Ruiz)

Me encanta la facilidad que tiene Juan Pe para irnos metiendo en la trama de sus ensayos. Cómo sabe atraernos cuando nos explica retazos del libro que comenta. En cada entrega, una lección. Bien Juan Pe, adelante...


“El horror en la literatura”, de H.P Lovecraft, es uno de mis libros de cabecera. Gracias a él descubrí un maravilloso e inagotable universo de obras de terror. De muy joven había leído a Poe, al que Lovecraft dedica un único, extenso y especial capítulo, pero no conocía a Arthur Machen, ni a Ambrose Bierce, ni –imperdonable- a William Hope Hodgson. Pero no sólo he encontrado a estos grandes maestros; de cada página saco una obra desconocida pero intrigante, llámese “La estancia oscura”, “Ella” o “El Golem”.
            Lovecraft me da a conocer en su genial obra la denominada “novela gótica”, y me encanta. “El castillo de Otranto”, de Horace Walpole, publicada en 1764, es la precursora de este género. Sus avatares son, en ocasiones,  un tanto infantiles (Conrado, hijo del príncipe Manfredo, muere bajo un yelmo enorme que cae de la nada en el patio del castillo), pero sentó las bases de lo que sería la esencia de la novela gótica: damiselas en apuros, encerradas en lóbregos castillos, malvados por doquier, criptas subterráneas, pasadizos milagrosos, puertas chirriantes en sus goznes… Todo lo que, más tarde, Ann Radcliffe (1764-1823) plasmaría en su estupendo “Los Misterios de Udolfo”. Su argumento inicial, siguiendo a Lovecraft, es el que sigue: “Es la crónica de Emily, joven francesa trasplantada a un castillo antiguo y portentoso de los Apeninos tras la muerte de sus padres y el matrimonio de su tía con Montoni, noble intrigante y señor del castillo”. De ese castillo logrará escapar al morir su tía “con ayuda de otro prisionero al que ella ha descubierto. Durante el viaje de regreso a su país se detiene en un castillo repleto de nuevos horrores –el ala abandonada que habitó el castellano desaparecido, el lecho fúnebre de negro paño-, pero finalmente logra huir y alcanzar la felicidad con su amado Valancourt, tras haber esclarecido un secreto que durante algún tiempo había envuelto su nacimiento en el misterio” –El horror en la literatura-.
            Siguiendo al maestro, el apogeo de la novela gótica lo sitúa en la estupenda pero brutal obra “El Monje”, escrita por M. G Lewis en 1796. “La historia –dice Lovecraft- trata de un monje español, Ambrosio, a quien hace caer desde su estado de orgullosa virtud al fondo mismo del mal un demonio que adopta la forma de la joven Matilde…” Me quedo con esta frase del estupendo ensayo que estoy comentado: “El horror alcanza en literatura una malignidad nueva con la obra de Matthew Gregory Lewis”, porque pocas cosas he leído tan buenas y, a la vez, tan brutales, como el pasaje que habla de una monja encerrada en unas catacumbas con su pecado: el haber tenido un hijo. El niño se le muere en los brazos de inanición, pero ella sigue acunándolo, absorta al hedor y a la putrefacción que le recorre las manos y los brazos en forma de asquerosos gusanos.
            Para terminar, sigamos a Lovecraft: “Dicha escuela se estaba agotando; sin embargo, antes de su desaparición surgió una última y más grande figura en la persona de un clérigo oscuro y excéntrico: Charles Robert Maturin (1782-1824). Tras escribir gran número de obras heterogéneas, entre ellas una confusa imitación radcliffiana titulada “The fatal Revenge: of the Family of Montorio”, Maturin concibió finalmente la obra maestra del horror, “Melmoth el Errabundo” (1820), en la que la novela gótica alcanza unas alturas de pavor espiritual como jamás había conocido”. Estamos ante otra obra superlativa, quizá demasiado extensa, pero que rezuma todos los ingredientes góticos que tanto se desarrollaron a finales del siglo XVIII. “Melmoth –nos dice Lovecraft- es la historia de un caballero irlandés que, en el siglo XVII, consigue prolongar la vida de forma preternatural por mediación del Diablo, a cambio de su alma. Si logra persuadir a otro de que le libere de esa transacción y asuma su estado, se salvará; pero no consigue llevar a efecto este intercambio, por muy insistentemente que acosa a aquellos a los que la desesperación vuelve imprudentes y frenéticos”.
            Poco queda por decir. Espero haber animado a introducirnos un poco más en las criptas subterráneas, en las armaduras que toman vida, en las tumbas que se agitan, en los pactos diabólicos…en definitiva, en esa novela gótica tan apasionante que, gracias al genio de H.P Lovecraft, tuve la enorme suerte de descubrir.

Juan Pedro Ruiz.

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