sábado, 23 de octubre de 2010

EL RAFI (Vigésimo tercera entrega)



Sin embargo la fiesta de nochevieja pasaba inadvertida para nosotros. Seguramente, los niños estábamos ya pendientes de la llegada de los Magos. El domingo anterior a la llegada de sus majestades, en el cine del cura, un paje de los reyes recogía las cartas que habíamos escrito los zagales con aquella ilusión infinita y, aunque en años anteriores no nos habían traído “exactamente” lo que habíamos pedido, pensábamos que este año iba a ser distinto, y que aquellos juegos reunidos Geyper, aquel balón de cuero, aquella bicicleta que pedían los más atrevidos, iban aparecer la mañana del día 6 en una silla o en la mesa del comedor o como pasaba en mi casa, a los pies de la cama. La realidad era muy otra. Solía aparecer aquella pistola de petardos o aquel camión de madera, inmenso, de color amarillo y azul y que, pocos días después, cuando volvíamos del colegio, había desaparecido misteriosamente y te dejaba con la incertidumbre de no saber qué habías hecho para merecer que los reyes se lo llevaran de nuevo al limbo.
En esos pocos días que mediaban entre la recepción y la desaparición de los regalos había que sacarle jugo al juguete (de ahí le viene el nombre). Aunque la cantidad de petardos que se entregaba con la pistola era bastante pobre, era sufiente para perseguir a los amiguetes calle abajo y, cual vaquero del Oeste, abatirlos a tiros. Si los amigos estaban castigados y no salían podías dedicarte asustar a la vecina o a tu hermana cuando salía de algún recodo, disparando la pistolita que producía un ruido bastante aceptable cuando el percutor del arma se abatía sobre el petardito alojado en el bombo del revólver.
Daba tiempo a jugar con la pelota, de goma, claro, partidos que podían durar todo  un día y en los que la media parte servía para ir a comer a casa después de que tu madre tuviera que irte a buscar porque no ibas a dejar el equipo con uno menos.
A VER SI SIGO...

1 comentario:

  1. ¡Qué recuerdos y qué bien lo evocas, buen amigo!. El balón de cuero, los juegos reunidos Geyper... la ilusión de la noche de reyes y el despertar... Esto, aunque esté en prosa, es poesía, Manu; poesía de nuestra niñez que tan bonita fue. Sigue con esta saga, por favor. Un abrazo.

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