jueves, 4 de noviembre de 2010

Y ALGO MÁS DE POESÍA…(Por Juan Pe Ruiz)


Esto es Juan Pe en estado puro...

En mayo del año 1986 me enamoré tanto que me dolía hasta el respirar. A principios de ese año padecí un calvario asmático que me hizo más huraño, más solitario si cabe. Pasé el resto del invierno y el comienzo de la primavera encerrado en mi cuarto, entre vahos de eucalipto, y llegué al final de segundo curso universitario sin apetitos para el estudio, sólo para los sueños. Y el resultado de aquellos infortunios fueron tres suspensos de cinco asignaturas, y la paradoja de que me encontraba feliz de haber sido tan descuidado, porque mis pensamientos sólo tenían una proyección: aquella muchachita de ojos marrones y eterna sonrisa que me enloqueció.
            Una tarde de junio quedé con ella con el fin propósito de declararle mi amor… ¡qué ingenuo era yo!. En el sopor de aquella tarde de verano, cuyo recuerdo se me evapora, quedó un paseo interminable, pero estéril. Mi primer libro de poemas, que le regalé en los jardines de la Autónoma, fue el camino hacia ese día de estío en el que mi timidez venció de nuevo, como siempre, y aquel último encuentro se fue como el éter, perdiéndose en el rojizo del bus que paró para llevarse mis ilusiones una vez más…
            Después, mi primer viaje a Málaga, en aquel agosto ruin. Aquella especie de retiro obligado no lo fue para curar lo evidente, que era el asma, sino para sanar lo oculto, que era una gran tristeza interior. Y en aquel autocar que viajaba hacia el sur iba ese chaval de diecinueve años, “ligero de equipaje”, como Machado, con su tortura interior, llorando en Valencia su soledad y en Tomelloso su cobardía… Y al pasar por Córdoba, en aquel amanecer de estrellas sin fin, veía su cara en el horizonte. Su sonrisa era el arco de Orión; la flecha ya no había forma de sacarla de mi corazón…
            En mi destierro austral escribí los más tristes poemas de amor de mi vida. Recuerdos de amaneceres verdes de olivar  y, como en un cuento de hadas, buscar el mundo de Oz… pero las baldosas amarillas eran senderos de un llanto que no tenía fin y un dolor que me llamaba desde el norte y al que jamás acudí.

Miraba cómo el reloj
las horas pasaba.
He quedado esperando
tu ausente llamada.
¡Tic, tac!, más, mucho más,
cuando las sombras pasan
y el tiempo, callando,
ilusiones apaga.
Miro pasar las horas…
¿Por qué no me llamas?.


Abrazada a mí te vi.
Mi corazón soñaba.
Florecía un triste abril
de ilusiones lejanas;
floreció en mi jardín
una espina dorada.
Tu cabello en mi cuerpo…
aún soñé que llegabas.
El amor tan incierto,
y una llama que se apaga.
Entre sueños te amé…
soñé que soñaba.

Juan Pe Ruiz.

2 comentarios:

  1. Juan Pe,... envidia de qué alguien dedique unos versos "tan puros" que declaren unos sentimientos de chiquillo enamorado, soñador, entregado.
    Gracias, amarillito!

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  2. Gracias a tí, amarillita limón, por eso de "versos tan puros". Lo cierto es que sigo igual que hace 24 años, escribiendo, sintiendo, soñando... no cambiaré. Y ahí aciertas en todo: enamorado, soñador, entregado... puf, a veces duele mucho ser tan poeta. Un beso enorme.

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