jueves, 28 de abril de 2011

CON SU MISMO (Parte 3)


¿EL CONSUMISMO SE CURA?

Si algún remedio podemos encontrar al consumismo, tiene que venir por la educación (como todo lo importante en esta vida). 
Los grandes males hay que cortarlos de raíz y la educación de nuestros hijos es la raíz, el camino, para llegar a apaciguar el ansia de poseer bienes materiales.
Y digo esto porque  conozco a padres que intentan mantener a sus hijos al margen de esas necesidades superfluas, pero les resulta harto difícil conseguirlo porque nadan contra corriente y pasan por momentos de duda en los que piensan si no estarán haciendo sufrir a sus hijos innecesariamente. Además tienen que oír continuamente por un lado a sus hijos que les recuerdan que, en el cole todos lo tienen, y por otro a los padres de los demás niños que les tildan de cicateros.

Ya sé que aconsejar es muy fácil, pero, por propia experiencia tanto laboral como familiar, sé que se puede conseguir. Podemos hacer que, nuestros hijos, no tengan necesidades tan superfluas que por otro lado somos capaces de criticar (todos hemos dicho alguna vez que, en Navidad y Reyes, los niños reciben demasiados juguetes y no saben valorarlos).
Se trata de que nuestros niños disfruten de la niñez, una etapa de la vida en que la energía física y la imaginación están en su punto álgido. Se trata de que los padres disfrutemos con nuestros hijos aprovechando esas cualidades.
Es probable que no podamos dedicar diariamente el tiempo necesario a nuestros hijos, porque nuestras profesiones nos lo impiden (porque también hay quien tiene trabajos que les son agradables y les gusta dedicarse a ellos), pero, parte del tiempo libre que tengamos lo debemos reservar para estar con ellos, compartiendo los que, seguramente, serán  los mejores momentos de su vida.
Ningún juego electrónico, ninguna maquinita puede competir con un rato de juego en el campo, en el parque, en casa, corriendo, chutando, yendo en bici, compartiendo un libro. Eso no hace falta que lo diga yo, lo podéis comprobar, y seguramente lo habréis comprobado muchas veces. ¿Qué nos impide hacerlo con más frecuencia? ¿Tan fieles vasallos somos que no queremos fallar a nuestro amo?

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