lunes, 11 de enero de 2010

EL ADIÓS DE BEATRIZ. ¿Sonrisas o lágrimas?


A lo largo de la vida pasa uno por muchas etapas. Todas diferentes y motivadas por situaciones y experiencias que van marcándote el paso. Al andar se hace camino...
Yo, que he pasado una época en que he dejado de lado la literatura como goce y me he dedicado a la literatura más divulgativa, más de estar al día, estoy disfrutando ahora “por culpa” de Juanpe Ruiz del redescubrimiento de la literatura como arte, como disfrute...
Es éste un nuevo caso de alumno que supera al maestro. Vamos bien, creo...




“Mi propósito es comentar los versos más patéticos que la literatura ha alcanzado. Los incluye el Canto XXXI del Paraíso y, aunque famosos, nadie parece haber discernido el pesar que hay en ellos, nadie los escuchó atentamente”.  Así, señores, comienza el genial ensayo de Borges llamado “La última sonrisa de Beatriz”, incluido en “Nueve ensayos dantescos”.  Dante, sin ser un poeta del romanticismo más clásico, destroza esa corriente nostálgica con unos sencillos versos. Pero veamos qué dicen en concreto:  “Cosi orai; e queila, si lontana, come parea, sorrise e riguardommi; poi si tornò all´etterna fontana”. Es decir: “Así oré; y aquélla, que tan lejana parecía, se sonrió y me miró; volviéndose después hacia la eterna fuente”.
            Sigamos con Borges: “Dante ha ingresado en el Paraíso guiado por Beatriz. Con su nueva guía, Dante recorre las diferentes esferas concéntricas hasta salir a la que circunda  a las demás. (...) En ese momento se vuelve hacia su dama, pero en su lugar hay un anciano”:Credera veder Beatrice, e vidi un sene”, que es San Bernardo de Claraval.  Dante apenas acierta a preguntar dónde está su amada: “Ov´e ella?”.  “El Santo le contesta que Beatriz está en el trono en que la han colocado sus méritos”.  Dante desgrana una secuencia de virtudes hacia su amada y, a continuación, recita los versos que he citado anteriormente. Los estudiosos de Dante han escrito ríos de tinta intentando explicar el significado de los versos antes citados.  Borges es uno de ellos, y  nos remite en su ensayo a Francesco de Sanctus, el cual afirma: “Cuando Beatriz se aleja, Dante no profiere un lamento; toda escoria terrestre ha sido abrasada en él y destruida”. La mayoría de autores van más allá; creen que en el silencio de Dante hay un inmenso dolor. Borges considera que “edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz”.
            Me pregunto si el poeta lloró tras perder a su querida en este pasaje del Paraíso. Borges me contesta con esa genialidad que le caracteriza: “Ausente para siempre de Beatriz, solo y quizá humillado, imaginó la escena para imaginar que estaba con ella”. Beatrice di Folco Portinari,aquella que tan lejana parecía”, aquel amor platónico que nunca fue, aquella florentina que paseaba sus encantos por el Ponte Vecchio,  murió con apenas veinte años, y yo, como Dante, como Borges y “como todas las generaciones venideras”, en boca de éste, soñaremos con Beatriz desapareciendo en aquella tenue y deliciosa “etterna fontana”.

Juan Pe Ruiz.

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