Éste podría ser uno de los alumnos de D. Gregorio el día en que el fotográfo venía a hacer las fotos de cada niño.
Don Gregorio gustaba de repartir mandobles con una regla de madera que parecía de hierro. Dependiendo de la gravedad de la fechoría cometida el reglazo podía recibirse con la palma de la mano abierta (estar hablando, distraído, no saberse algo, levantarse sin permiso…) o con los dedos juntos en forma de alcachofa. Eso dolía más. Cuando recibías en la punta de los dedos era porque te habías reído de algo, le habías contestado mal, no le habías hecho caso, o le habías dejado mal delante de otro mayor, sólo por no haberte levantado cuando entraba esa persona en la clase o haber interrumpido su conversación. Si “era necesario”, te podía soltar un guantazo, que era mucho más rápido y “efectivo”. Don Gregorio, como muchos de los maestros de la época, no tenía piedad a la hora de aplicar los castigos y tenías que estar muy bien considerado por él para librarte de sus iras.
Pero también tenía, el pobre, sus técnicas de enseñanza aparte del reparto de estopa. A mí me gustaba cuando nos ponía en fila alrededor de las mesas de la clase y nos iba preguntando las tablas de multiplicar, o nos hacía cálculo mental realizando sumas, restas o multiplicaciones al fallo, o sea, el que sabía la respuesta adelantaba a los que fallaban. Lo suyo era llegar al primer lugar, mantenerse allí varias preguntas y perder posiciones para volver a adelantar otra vez, si se podía y no se acababa el tiempo. Era muy emocionante cuando el maestro iba pasando la vez de niño en niño, dando golpes en la mesa con la regla, veías que se iba acercando, sabías la respuesta y los niños que estaban delante de ti iban fallando… De pronto, justo el que estaba antes que tú, decía la respuesta correcta. ¡Qué rabia! Bueno, tenías que esperar otra ocasión…
La verdad es que a la mayoría de los compañeros les importaba muy poco lo que se podía aprender en el colegio. La mayoría dejaría el colegio para trabajar al cumplir 12 o 14 años. Algunos de ellos eran ya con 8 años bastante duros. Eran los que aguantaban, sin mover la mano, a que le soltara el maestro un reglazo por no saberse tal o cual río o haber hecho mal las restas. Los que éramos más cagabandurrias solíamos apartar la mano cuando nos iba a dar con la regla lo que motivaba que el maestro se mosqueara, nos cogiera por la muñeca, se mordiera la berruga y nos endiñara tres o cuatro castañazos de regalo.
Pero lo bueno, lo mejor de todo, estaba al salir de la escuela, estaba en la calle, en el campo que había entre el colegio y nuestra casa. En ese tiempo que transcurría hasta llegar a nuestra calle. Solía ser poco tiempo porque tu madre te esperaba para que merendaras (eso era sagrado) y tenía calculado el tiempo que podías tardar. Si tardabas mucho había bronca. Tenías tiempo de ir a buscar las bolas o la peonza que habías escondido por el camino en el hueco de un árbol, debajo del puentecillo que cruzaba la riera, entre unos matorrales apartados de la vista de curiosos. No las llevábamos al cole por diferentes motivos: a veces, porque debías bolas o cromos o cajillas de mistos y así dabas tiempo a que se olvidara la deuda; otras veces porque si eras de los pequeños, algún grande podía tener la tentación de quitártelas si se enteraba que tenías buen material, y, se enteraba porque si llevabas material a la escuela era para enseñarlo si no pa qué…; y otras veces por el mero placer de comprobar al salir que seguían donde las habías dejado.
CONTINUANDO EN BREVE...
Esos mismos mandobles nos los atizaba en 5º de EGB D. Miguel Angel en RAMAR. Como para olvidarse de ellos... Los atizaba con una vara que había bautizado con el nombre de "marusiña". ¡Qué mala leche tenía el jodío vallisoletano!. Por cierto, ya de chico hacías cara de buena persona, profe... Ole por tu serie, es como la de TVE "Cuéntame" pero en Vallès Occidental. Juan Pe.
ResponderEliminarEl año que yo entré en Ramar, era un pardillo recién salido de la Uni, se fue el tal Miguel Ángel. No tuve, por tanto, oportunidad de conocerlo.
ResponderEliminar¿Y tú cómo sabes que el de la foto soy yo?
Yo no lo afirmo...
Jope, Manu, si tienes la misma cara que de mayor... Por fortuna la vieja e "imperial" guardia docente dió paso a chavales como tú y otros muchos en los que la mayoría de alumnos encontramos algo más que a un profesor: un amigo. Y la prueba la tuvimos el 12 de junio del año pasado. Con aquel marusiña habría sido imposible... Juan Pe.
ResponderEliminaryo afirmo también que eres tu, intenta convencerme de lo contrario,insisto eres genial que memorión. Petonets
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